Mi mote

Una vez, perdí toda mi aura de misterio.
Me había trasladado por unos días al norte con el objeto de cubrir encargos. Pura obligación laboral.
Mi cabello, largo y lacio en aquel entonces, se hallaba escarchado. Podía sentir cómo mi cabeza se iba congelando poco a poco. Mis manos y mis pies, desnudos al contacto con la nieve, portaban un color violáceo, casi negro.
Aunque puedo sufrir sus consecuencias como cualquier otro ser humano, el frío no me mata. Nada me mata.
Me gusta el frío, pero sólo cuando tengo cobijo suficiente. Disfrutarlo en la lejanía, ésa es la clave.
Ese día, el gélido viento calaba mis huesos. Deseaba llegar cuanto antes a mi destino. Mientras atravesaba un amplio bosque perennifolio a toda prisa, una sensación provocó mi súbita parada. Un olor familiar, un recuerdo añejo...
Giré sobre mis pies y anduve unos metros buscando algo que me aclarara la conmoción antes vivida. Mis ojos se toparon con la esbelta figura de un hombre. Cuando nuestras miradas colisionaron, el humano se estremeció. Sin embargo, no huyó.
Los roles se tornaron en el momento en que él se acercó a mí a zancadas. Me asusté. Su acción me había intimidado.
Permití, con algo de recelo, que invadiera mi espacio personal. Su rostro, plagado de imperfecciones propias de la vejez prematura, reflejaba algún tipo de emoción que, sorprendentemente, no podía descifrar.
"¿Welly Rule?", cuestionó con un fino hilo de voz,"¿eres Welly Rule?". Y en ese instante, mi longeva mente recordó.
Olvidé preguntarle cuántos años habían pasado desde que lo había encontrado en ese mismo bosque, pálido y desorientado. Treinta quizá... Pero, finalmente, pude conocer el significado de mi mote. Era tan simple, que se escapaba a la razón de cualquiera.
Me contó que "Welly Rule" provenía de las deformaciones de las palabras inglesas "yellow" y "purple", sus dos colores preferidos. Había distorsionado a causa de la dislexia los términos que, previamente, había aprendido en la guardería.
El origen de mi apodo me decepcionó, aunque presté más atención a otro hecho. Él me había reconocido. Había pasado mucho tiempo y yo ni siquiera mantenía la misma forma física que en aquella época. Sin embargo, él sabía quién era.
La serendipia de haber encontrado a ese sujeto por segunda vez había provocado numerosas dudas en mí. Lo dejé atrás para proseguir con mi objetivo, mas no lo pude hacer sin sentir inquietud.
En mi empeño por mantenerme alejada de las personas y no quebrar su delicada comprensión, no tomé en cuenta que, de algún modo que se escapaba a mi razón, ellas también podían seguir unidas a mí...
Y así yo, Welly Rule, comprendí que el lazo que me unía a los humanos era más resistente y trascendental que la oscuridad de mi cometido.